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viernes, 25 de mayo de 2012

la aventura del saber


Surgen desde y para la comunidad como respuesta a una necesidad y a un vacío, pero también se crean en determinados ámbitos, como cooperativas de vivienda, que aspiran a tener un espacio propio de acceso a la lectura. Dependen de la disponibilidad y buena voluntad de quien esté al frente trabajando, generalmente de forma honoraria y con muy pocos recursos. No existe institución ni red que las nuclee, en parte porque sus propias características no lo permiten. Dos iniciativas en Ciudad de la Costa son un ejemplo de cómo emergen y funcionan las bibliotecas populares en el país.
“Cuesta determinar qué es o no una biblioteca popular, pero generalmente se trata de instituciones destinadas a brindar un servicio, que surgen a iniciativa de la comunidad en la que se insertan y el mismo ámbito comunitario es el que las crea, las sostiene y las desarrolla”, dijo en diálogo con la diaria Paulina Szafrán, bibliotecóloga, docente e investigadora de la Escuela Universitaria de Bibliotecología y Ciencias Afines (EUBCA).
Szafrán realizó en 2001 la investigación Perfil del intermediario de información en bibliotecas para el gran público: el caso de las bibliotecas populares en Montevideo. Allí determinó que lo más común es que sea alguien del mismo ámbito comunitario quien la atienda en carácter voluntario, pero esto no quiere decir que no haya bibliotecas populares con personal rentado. Muchas veces la comunidad decide pagar un sueldo para que alguien las atienda, pero es el mismo ámbito comunitario el que las continúa manteniendo y gestionando. Algunas de ellas reciben apoyo gubernamental, tanto a nivel nacional como departamental, pero eso no les hace perder el carácter comunitario. Por ejemplo, la Biblioteca Nacional generalmente realiza una donación de libros y en algunos casos las intendencias ceden un predio para ubicar el local. Las bibliotecas populares muchas veces surgen ante un vacío de otra clase de servicios, como la ausencia de bibliotecas públicas próximas, pero también nacen en los ámbitos de cooperativa, porque existe una necesidad de tener un lugar propio de acceso a la lectura. Según Szafrán, originalmente las bibliotecas populares surgen muy vinculadas a los sindicatos de fines del siglo XIX. “Hoy en día podemos decir que hay bibliotecas sindicales que no son populares porque han cambiado un poco su rol comunitario, se han especializado en el ámbito temático que nuclea esos sindicatos o cumplen una función de conseguir textos y prestárselos a los hijos de los afiliados al sindicato, pero no con ese carácter tan arraigado a lo popular como podría ser originalmente en la época de los sindicatos”, explicó.Para la investigadora, actualmente existen dos grandes áreas de bibliotecas populares: las que se consolidan en ámbitos sociales (desde una comisión vecinal hasta una parroquia) y las que se crean en las cooperativas de vivienda, agrupadas en FUCVAM.
La mayoría de las bibliotecas populares está atendida por personas jubiladas y ésa es la manera de darles perdurabilidad, a no ser que el ámbito comunitario decida contratar a alguien. Éstos se convierten en referentes muy importantes, ya que muchas veces son el puente entre el usuario y su primer contacto con la lectura y la información.

Dimensión poco conocida

No existen estudios que nucleen a todas las bibliotecas del país, pero en la EUBCA se trabaja este tema sobre la base de talleres en los que los estudiantes realizan contacto con distintas bibliotecas populares, lo que permite generar insumos y conocer algunas que no son muy visibles. Además se capacita a los encargados de las bibliotecas pero, según Szafrán, muchas veces la variabilidad del personal que está al frente hace que se capacite y se forme a una persona que al poco tiempo deja de trabajar. La necesidad de apoyo está orientada generalmente a la organización de la colección. “Piensan que es fácil, que la biblioteca se genera y se puede gestionar, y después se encuentran con las dificultades propias de la gestión de la información. Desgraciadamente desde la Escuela no podemos dar apoyo a todos los pedidos que llegan, pero siempre hay vinculación con algunas experiencias populares que apoyamos”, señaló.
En 2006 se realizó el Censo Nacional de Bibliotecas, organizado por el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) y la Biblioteca Nacional. Desde la Asociación de Bibliotecólogos se marcaron algunas diferencias que en muchos casos tenían que ver con la conceptualización de las bibliotecas. La metodología fue enviar formularios para que fueran contestados, pero no se sabe bien cuántas bibliotecas son las que no respondieron, además no se llegó a todas porque muchas no se conocen. “Hay que tomar con pinzas esos datos. Sirven algunos insumos y hay datos que son importantes, pero creo que ya que se movilizaron esos recursos podrían haber sido utilizados de mejor manera. Hay que ser cuidadoso en llamar censo a algo que no releva la totalidad”, opinó.
Según datos del censo, de un total de 392 bibliotecas de todo el país (que respondieron el formulario enviado) 82 son populares y 133 públicas. Las restantes son clasificadas como especializadas, educativas o infantiles.
Actualmente no existe una red de bibliotecas populares, aunque ha habido varios intentos de conformarla. Desde la Biblioteca Nacional se creó el Sistema Nacional de Bibliotecas Populares y de Cárceles, que pretendió reunirlas y organizarlas, pero que no tuvo mucho éxito. Szafrán opinó que el proyecto fracasó porque no se puede reunir a bibliotecas populares y de cárceles en un mismo sistema en el que, además, la información era centralizada por una sola persona. “Se hicieron algunas acciones pero no podemos hablar de un sistema nacional como tal”, señaló.
Consultada sobre el apoyo para el desarrollo de las bibliotecas populares, Szafrán opinó que se trata de una realidad muy particular, ya que por un lado existe mucha autonomía y por otro mucha necesidad de apoyo. “Es un límite medio difuso, cualquier mejora tiene que ver con más trabajo en conjunto y el diálogo con los distintos responsables, además de con más conocimiento entre ellas. El trabajo en red implica tiempos que generalmente ellos no disponen. No se puede imponer nada, eso está claro, por eso hay que trabajar en conjunto viendo las distintas realidades”, concluyó.

Llenar el vacío

En Ciudad de la Costa (con casi 76.000 habitantes según el censo de 2004), no existe biblioteca pública ni municipal y esta ausencia ha generado algunas iniciativas que pretenden suplir esa falta. La biblioteca popular Shangrilá surgió en 1998 y funcionó hasta 2006 en el local de un comité de base del Frente Amplio. Luego se instaló en un pequeño espacio cedido por la Comisión Pro Fomento de esa localidad, frente a una escuela. Según Edhelweiss Zahn, bibliotecóloga jubilada e impulsora de la biblioteca, “al principio iba tan poca gente que nos sentábamos a leer esperando que llegara alguien. Así, de a poco, llegamos a tener unos 80 usuarios. Hacíamos actividades con niños pero no teníamos libros ni textos infantiles, entonces no podíamos captar estudiantes y con las escuelas no podíamos trabajar, porque la biblioteca estaba en un espacio político partidario”.
Cuando se mudó la biblioteca, en 2006, tenían reunidos 2.000 libros y rápidamente comenzaron a llegar nuevos usuarios. “Los gurisitos venían en bandadas, preguntaban cuánto costaban los libros, no podían creer que se los podían llevar a su casa. A su vez muchos padres también se hicieron socios. Hoy tenemos más de 13.000 libros y 1.700 usuarios”, relató. La biblioteca fue declarada de interés departamental por la Intendencia de Canelones. Los libros se consiguieron a través de donaciones y del Círculo de Lectores, un sistema donde un grupo de usuarios paga una cuota mensual para comprar textos nuevos. Hoy en día se juntan 3.000 pesos por mes y así se consigue lo último que sale.
La bibliotecóloga aclaró que los usuarios no pagan cuota: “Una biblioteca popular debe ser gratuita en todo sentido”. Tienen un gasto administrativo mínimo, como cascola, hojas, etiquetas y fichas que se pagan, en parte, con el Círculo de Lectores o con donaciones en la caja chica. Al año de trasladada la biblioteca el crecimiento fue explosivo y surgió la necesidad de contar con más espacio. Se creó un proyecto edilicio y se presentó en distintos lugares. Finalmente fue presentado en el Ministerio de Transporte y Obras Públicas, que aprobó la financiación del 50% del costo de la construcción de un nuevo local en el terreno de la Comisión Fomento. El edificio, que aún falta terminar, es uno de los pocos construidos especialmente para biblioteca. “Esto está hecho específicamente con asesoramiento de la EUBCA. No lo hemos podido terminar, pero logramos otros apoyos. El MEC nos dio una partida fija de 70.000 pesos el año pasado y financió dos festivales para recaudar fondos. Ahora falta la sanitaria, la eléctrica y las estanterías para tener pronto el nuevo edificio”, contó Zahn. Por otra parte, la biblioteca Shangrilá se caracteriza por ser uno de los pocos casos en que, pese a que es popular, tiene un profesional al frente. Eso permite que estudiantes de la EUBCA 
puedan realizar sus prácticas allí y ayudar con la organización de la colección. También se llevaron a cabo investigaciones.
“Las bibliotecas populares son una respuesta a una carencia. El placer de la lectura se contagia, no se impone. Y eso, para mi satisfacción, es lo que estamos logrando en todos los niveles”, dijo Zahn.

Tendiendo redes

La Biblioteca Popular Tota Quinteros se inició en 2001 y, al igual que en el caso de Shangrilá, funcionó en un comité de base hasta este año, en que fue trasladada a un ómnibus cedido por una empresa de transporte, ya que el contrato de alquiler del local finalizaba. El ómnibus está ubicado en el terreno de la Comisión Fomento de Lomas de Solymar. Esther López y Jorge Trías, ambos jubilados, son sus principales fundadores. Según contaron a la diaria, “desde sus inicios, el local de la biblioteca se fue nutriendo de libros, revistas, estanterías, muebles, todo producto de donaciones de los vecinos. Poco a poco fue creciendo, requiriendo cada vez más espacios del local del comité”.
En 2007 la biblioteca se constituyó en asociación civil y se inició un trámite de solicitud de un terreno a la Intendencia de Canelones, para poder instalar un local propio y lograr la separación del organismo político partidario. “La solicitud está en trámite, aún no ha salido la resolución, nos preocupa porque va a pasos muy lentos y no termina de concretarse. Estamos a la espera de eso. Para nosotros sería un impulso importante. El tiempo pasa, los años se vienen encima y no somos chiquilines. Espero que el terreno venga antes de que me sienta demasiado viejo para poder seguir o empezar la campaña para la obra”, contó Trías.
“Cuando empezamos con esto no había, y aún no hay, ninguna biblioteca pública o municipal. Vimos que había una necesidad real, iban a mi casa a pedirme libros. Entonces decidimos con un grupo de vecinos hacer una biblioteca, empezamos a correr la voz y a pedir donaciones y fue impresionante la respuesta. Comenzaron a aparecer chicos de las escuelas a pedir libros. Hemos tratado de promover continuamente la lectura entre niños y jóvenes. Lo que más nos interesa es que los jóvenes no dejen el liceo por falta de materiales. Los materiales hoy son muy costosos y las editoriales están haciendo su agosto, porque todos los años cambian los textos”, dijo López. La biblioteca se nutre sobre todo de donaciones. Actualmente cuentan con 1.000 usuarios registrados y un inventario de 8.000 libros. Al comienzo se trabajaba de una manera muy artesanal, pero luego pudieron realizar cursos en la Biblioteca Nacional y en el Centro Cultural de España para trabajar adecuadamente.
Según los referentes de la biblioteca, se intentó sin mucho éxito crear vínculos con otros organismos similares. “Estamos en contacto con tres o cuatro bibliotecas de nuestra zona, se realizó un Encuentro de Bibliotecas Canarias en 2008 que no se repitió más, y se trató de iniciar una Asociación de Bibliotecas Populares del Uruguay que naufragó antes de su concreción. No existe un programa informático en el que todos estén de acuerdo en cuál sería el más adecuado como para poder trabajar en red, si es que ésta se puede crear. Existe la voluntad de las bibliotecas populares, por lo menos de las que hemos estado en contacto en algún momento, como para hacer todas estas cosas, pero, hasta ahora no se tuvo la fuerza necesaria. Seguimos trabajando y lo seguiremos haciendo en forma voluntaria, aunque, lamentablemente, un poco en solitario”, concluyeron.

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