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lunes, 5 de septiembre de 2011

tragedia hace 10 años


El 11 de setiembre del 2001, cuatro aviones de pasajeros fueron secuestrados en ruta hacia el estado de California por la red yihadista Al Qaeda, en un procedimiento que tomó por sorpresa todos los operativos de seguridad estadounidenses y se transformó no sólo en el peor atentado terrorista sufrido en la historia de ese país, sino también en el evento historico que marcó el comienzo de un nuevo siglo.
Dos de�los aviones�se estrellaron en las Torres Gemelas, símbolo del poderío económico estadounidense, provocando la destrucción íntegra del World Trade Center, ocasionando más de 3.000 muertes y 6.000 heridos. El tercero se estrelló contra el Pentágono y el cuarto no pudo llegar a su objetivo (el Congreso de los Estados Unidos), gracias al accionar de los pasajeros.
El 11-S puso al mundo en una nueva era y modificó drásticamente la visión de Occidente, generando efectos económicos, políticos y psicológicos a nivel global. Desde entonces, la "guerra contra el terrorismo", la coerción de algunas libertades individuales, la paranoia a la hora de viajar y un estado de alerta constante se convirtieron en variables aceptadas en el mundo occidental.
¿Dónde estábamos y cómo nos enteramos del atentado a las Torres Gemelas, que repercutiera en el mundo entero gracias a su televisación "en directo"? De aquí al 11 de setiembre, estaremos recordando algunos testimonios de lectores, personalidades y uruguayos que vivieron de cerca aquel día, invitando a todos a que dejen su propia impresión de los hechos.
Silencio y ruidos
"En el momento del atentado yo iba en un tren de Nueva Jersey a Hoboken", contó a Montevideo Portal Andrés Fagúndez, un uruguayo dedicado a la gestión de proyectos culturales en Manhattan, que vive allí desde 1998. Hoboken, donde Fagúndez debió permanecer durante cerca de cinco horas, es la estación de entrada a Manhattan desde el lado de New Jersey, pasando el río Hudson.
"Recuerdo que todos los trenes se pararon en medio de la vía, y durante una hora y media nada se movía. Imaginate bajar de un tren y ver a 300 militares armados, corriendo hacia vos, a las terminales. Y los militares no están para ayudar, se ponen firmes. Fue terror lo que sentimos, y poco después se confirmó cuando comenzaron a llegar las lanchas de turismo con los heridos", agregó.

"Desde allí nos llevaron a la estación de Hoboken y vimos cómo cientos de militares nos juntaban y nos ponían contra un parque. No sabíamos qué estaba pasando, pero nos decían que nos iban a llevar a nuestras casas", aseguró el uruguayo, que pudo ver el derrumbe de las Torres desde la orilla de enfrente.
"Desde ahí veíamos las Torres y pensábamos que había habido una explosión. Justamente donde yo estaba comenzaron a llegar barcos llenos de gente cubierta de polvo. El polvo lo tenían en el cuerpo, los ojos, no podían respirar. Lo que más recuerdo son los ojos rojos, hinchados, las mujeres llorando. Había una confusión total. Lo más terrible era el silencio, intercalado con los gritos, silencio y gritos, silencio y gritos. Nadie sabía nada, simplemente que había ocurrido algo muy malo", narró Fagúndez.
Andrés recuerda que "la gente caminaba sin destino, en un estado de confusión, todos intentando comprender qué pasaba". "Los gritos y los silencios totales era lo más impresionante. Nos abrazábamos con extraños, sin saber lo que pasaba", contó.
El largo camino a casa
"Estábamos exactamente enfrente de las Torres: vimos el humo y el derrumbe posterior de las Torres Gemelas. Además, luego del atentado hubo un toque de queda, y un amigo que trabaja en Wall Street tuvo que caminar 16 kilómetros para llegar a su casa porque no había transporte alguno. No era él solo. Había miles y miles de personas en la misma situación, tapados de polvo, como si les hubieran tirado las cenizas encima: sin agua, sin luz, sin comunicación y con un constante ruido de sirenas que duró varios días", explicó sobre los momentos posteriores al atentado y el largo regreso de los ciudadanos en estado de confusión.
Fagúndez tuvo suerte. Pudo llegar a las 3 de la tarde a su casa y caminó sólo tres kilómetros, gracias a que lo llevó un ómnibus de transporte que salió de Hoboken a las 2 de la tarde.
"Hubo un sentimiento de solidaridad espontáneo, silencioso, gente que se abrazaba espontáneamente y se largaba a llorar porque no sabía qué pasaba. Yo me enteré de lo que sucedía luego de preguntarle a un militar, que me respondió que había sido un ataque terrorista. La sensación que prevaleció durante días fue el miedo. Esperábamos un nuevo atentado, y había una sensación de pánico constante donde fueras, la certeza de que te iba a pasar algo. Si escuchabas una sirena temblabas", recordó.
A diez años del atentado, a Fagúndez le impresiona particularmente una cosa del ambiente que se vive en Nueva York. "En todos lados hay una sola frase: 'Never forgotten' (Jamás olvidado). El pueblo estadounidense jamás lo olvidará y siempre estará alerta", concluy

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