domingo, 24 de julio de 2011

el rey de américa


Uruguay venció a Paraguay 3-0 en el Monumental de Núñez y se consagró campeón de América por 15ª vez en su historia. Luis Suárez abrió la cuenta a los 11' del primer tiempo, y selló el resultado Diego Forlán con un doblete. Como en 1916 y como en 1987, el "dale campeón" retumbó en Buenos Aires y los culpables fueron los uruguayos. Otra vez, con el viejo estilo del fútbol uruguayo pero sin confundir. Con garra, muchísima. Pero con fútbol también. Con delanteros de excepción, una mitad de cancha aguerrida y una línea de fondo gigante que resguardó a un arquero que completó su mejor campeonato con la selección.

Y un día la suerte paraguaya se tenía que terminar. Uruguay fue arrollador desde el inicio y a pesar del arbitraje se fue ganando merecidamente el primer tiempo por 2-0, una diferencia que se ajusta a la distancia entre un equipo y otro.

De pique lo tuvo Lugano a la salida de un córner, tapó Villar y en el rebote no fue de Coates porque Ortigoza la sacó de la línea con la mano. Debió ser penal y roja, pero el brasileño Salvio Fagundes se tragó el silbato cuando apenas corrían dos minutos.

Sin embargo, en algún momento la fortuna tenía que hacerle un guiño a la celeste. Diego Pérez quiso pasar el balón al medio, rebotó y le quedó en el área para Suárez, que definió de zurda y la mandó a guardar ayudado por el rebote en el zaguero Darío Verón.

Iban 11 y Uruguay ya era más, ganaba 1-0 y tenía que soportar los golpes de un equipo muy discreto que entreveró el partido. La celeste respondió, recibió tres amonestaciones y entró en un pequeño lapso de nerviosismo.

Aun así, el conjunto de Tabárez seguía presionando del mediocampo hacia arriba, se paraba muy firme con dos líneas de cuatro, y tenía en Suárez a su principal figura. Cada vez que recibió el salteño fue al piso. Ni se molestaron en marcarlo los zagueros guaraníes, y directamente lo acostaron en cada una de las ocasiones que entró en contacto con la pelota.

A diferencia de otros juegos, Uruguay mostraba una aceptable circulación de pelota y dominaba a los dirigidos por Gerardo Martino, que al cabo del primer tiempo se quedaron con las ganas de saber cómo ataja Muslera.

A los 32' pudo ser de Forlán tras pase de Suárez pero tapó Villar, quien no pudo a los 41' con un zurdazo tremendo del goleador del Atlético de Madrid. Egidio Arévalo Ríos, de estupendo rendimiento, anticipó a un excedido de peso Ortigoza muy cerca del área rival, cedió para Forlán y el mejor jugador del último Mundial le entró fuerte, se sacó la mufa e hizo explotar tres millones de gargantas.

En el segundo tiempo, Uruguay entregó la cancha, el balón, y se dedicó a contragolpear. Encontró espacios para hacerlo y estuvo más cerca del tercero que Paraguay del descuento, más allá de un par de situaciones de riesgo para los guaraníes, entre ellas un remate en el caño de Haedo Valdez, que rozó con la punta de sus dedos Muslera. Por fin, tocó una.

Los de Martino expusieron su nulo repertorio ofensivo y demostraron por qué cerraron la Copa América con 335 minutos sin meter un gol. Cinco horas y media de fútbol pasaron desde el último gol, en la fase de grupos ante Venezuela en el minuto 85, hasta el pitazo final de Fagundes.

La inoperancia paraguaya no le quita mérito al notable trabajo defensivo de la línea de cuatro, que jugó un partido perfecto, en lo individual y en lo colectivo. Con Lugano como patrón, Coates como firme heredero y los laterales Maxi Pereira y Cáceres clausurando sus respectivos sectores, el segundo tiempo fue apenas un trámite.

Demasiado poco sufrimiento para una final de América, que tuvo tiempo para los ingresos de Cavani, Eguren y Godín, y que terminó con un golazo de contragolpe de Forlán consagrando al mejor equipo del torneo, aunque a muchos no les guste porque no intenta parecerse al Barcelona ni juega bonito. Es cierto, no es bonito el juego, pero lo que es bonita es la Copa. La 15ª Copa América viaja a las vitrinas de la AUF, para que la celeste sea la más laureada del continente.

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