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Hay un dicho que dice que el perro es el mejor amigo del hombre. En la mayoría de los casos es así, pero si en la relación persona–animal no se tomaron en cuenta aspectos claves de crianza y jerarquía, el fiel canino puede morder la mano que lo alimenta o, peor, lastimar gravemente a quienes lo rodean.

Los números son elocuentes. En 2010, 194 lactantes menores de dos años sufrieron algún tipo de mordida por parte de perros. En el 50% de los casos el ataque se registró en el propio domicilio, mientras que la otra mitad fue en la vía pública.

En 2009 fueron inferiores (155), aunque eso responde a que se radicaron menos denuncias, explicaron a EL PAÍS digital fuentes del departamento de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública (MSP). Inclusive, los números que maneja la Unidad de Zoonosis y Vectores (dependiente de Epidemiología) son aproximados ya que entiende que la realidad supera sus estadísticas. Otro riesgo para los lactantes —además de la corta edad— frente a los ataques de perros es su tamaño. La cabeza y la cara están a la altura del hocico del animal, por eso es que el 56% de las heridas se producen en esta zona. Los brazos y manos son las otras partes del cuerpo que siguen en la lista con un 24% y el 20% es para los miembros inferiores.

Si bien son ataques violentos que dejan heridas de gravedad, Zoonosis y Vectores tiene registrada una sola muerte en los últimos ocho años. Ocurrió en 2002 en Canelones cuando un pequeño de dos años falleció desangrado tras ser mordido por un pastor alemán a la altura de la pelvis.

Estos ataques no ocurren porque el perro sea feroz. Las fuentes consultadas advirtieron que la maldad es una característica del ser humano y no del animal. Y si bien existen razas más agresivas que otras, ésta es cultivada en forma irresponsable por sus propietarios y, más irresponsable aún, por sacarlos a la calle sin correa y sin bozal.

Cuando los ataques son en el hogar, responden a un erróneo establecimiento de las jerarquías, es decir del lugar que el perro debe ocupar en la casa y el cual le debe ser enseñado en los primeros meses de vida del animal MORDIDOS. En términos generales, en 2010 fueron lastimadas 2.342 personas en todo el país. En 2009 el número ascendió a 2.527. El pico máximo de denuncias en los últimos 14 años se registró en 2008, año en que se contabilizaron más de 3.000 mordidas.

El departamento con mayor cantidad de denuncias es lógicamente Montevideo con 1.236 casos en 2010 y 1.249 en 2009. El segundo lugar lo ocupa Canelones con 216 el año pasado y 307 un año más atrás.

En cuanto a franjas etáreas, los adultos entre 21 y 64 años ocupan el primer lugar de personas mordidas (914 en 2009 y 893 en 2010). Se explica porque el rango de edad es superior a los otros medidos. Además de los lactantes (ver principio de nota), la estadística se divide en niños de tres a 12 años (697 en 2009 y 488 en 2010); jóvenes de 13 a 20 años (184 y 188) y añosos de más de 65 años (316 en 2009 y 238 en 2010).

Hay un sexto casillero que contempla las mordeduras de las cuales no se tiene mayor información más que el hecho en sí. En este recuadro son 261 personas mordidas en 2009 y 341 en 2010. Una de las expertas del MSP consultadas para esta nota explicó que los datos cuantitativos se repiten a nivel mundial y una particularidad es que generalmente son más hombres que mujeres quienes sufren mordeduras.

El informe al que accedió EL PAÍS digital registra las denuncias desde 1997 hasta 2010. En el primer año, las mismas apenas superaban los 1.000 casos. Esta particularidad se mantuvo hasta el 2005 cuando, al año siguiente, saltó a casi 3.000.

Los expertos del MSP entienden que esto se debe a una mejora en el sistema de detección de casos, por las campañas de prevención y porque desde 2004 los médicos tienen la obligatoriedad de denunciar los casos que tratan, aunque las fuentes afirmaron que esto no se cumple en su totalidad y que muchas veces las personas mordidas tampoco lo denuncian, lo cual pueden hacerlo en Zoonosis y Vectores (José Leguizamón 3552) o en cualquier seccional.