jueves, 13 de mayo de 2010

el globito blanco


Con el "Morro" García atropellando, tirando rivales y fulminando a Sebastián Sosa. Con Alejandro Lembo erigiéndose en el gran "Mariscal" ganador de copas en el fondo. Con Cristian Núñez devorándose a cuanto adversario se le viniera encima y teniendo incluso la potencia para quebrar moralmente por la franja izquierda. Con la entrega del resto, Nacional mostró sus dientes y mordió bien fuerte.

Y así, poniendo en la cancha todo el coraje y el espíritu que le ha posibilitado llegar a marcar una racha ultra positiva en clásicos, Nacional destruyó a Peñarol. Lo demolió por todos lados. Si el equipo aurinegro terminó siendo una sombra, y muy borrosa, de lo que dio en el Torneo Clausura.

Y fue inobjetable. Por más que Jorge Larrionda tuvo un arbitraje para el olvido, porque se comió un penal enorme de "OJ" Morales a Antonio Pacheco, porque se guardó las rojas que debió mostrarle a Orteman, Gastón Ramírez y Ferro, el bolso dominó en todos los aspectos. Nacional lo fulminó con la imposición en la mitad del terreno. Con la potencia del "Morro" para enloquecer a una retaguardia que volvió a demostrar sus enormes limitaciones.

Pero, especialmente, con una fuerte actitud mental. Esa que, por ejemplo, le permitió superar los primeros minutos de acoso carbonero. Porque no sería justo olvidar que las tres primeras acciones de ataque las tuvo Peñarol. Claro que el tricolor respondió con mucho coraje y determinación en todas, porque tanto Lembo como Coates hicieron los cierres justos para impedir que Muñoz perdiera el invicto que lleva en materia de goles cuando de enfrentamientos clásicos se trata (411 minutos sin ser vencido).

Superado ese agobio, en las primeras dos acciones en las que el partido se fue a jugar al otro lado de la cancha, aparecieron los fantasmas, porque el "Morro" ratificó su condición de jugador y goleador clásico (anotó los tres últimos) con una estupenda definición.

Y Peñarol mostró su flaqueza espiritual. Nacional, en cambio creció, lo que hizo que la amenaza del segundo gol apareciera en forma constante. Obviamente, bajo el liderazgo del juvenil que lució la número 20 en su espalda.

Los intentos de Peñarol por sostenerse en la cancha para combatir en el clásico quedaron en los pies de Urretaviscaya y en alguna aparición de Martinuccio.

Pero le faltó una columna vertebral que respaldara esos quiebres de cintura que obligaron al tricolor a juntar hombres para frenar los ataques.

Con un Orteman perdido, apagado y sin la fortaleza habitual de Egidio Arévalo Ríos, el elenco de Diego Aguirre quedó expuesto a un golpe de gracia.

Sí, es cierto, el empate pudo llegar por el lado del penal que se comió Larrionda, pero también lo es el hecho de que el aurinegro debió estar en inferioridad numérica y quizás la historia entonces hubiese sido peor.

Para colmo, cuando el "Morro", tras pase de Lembo, apagó las luces de los aurinegros con el segundo, no hubo equipo electrógeno que lo pudiera sacar del la oscuridad.

Ni siquiera los cambios le fueron favorables, porque pesaron muchísimo más en el partido Calzada y Pereyra que Alonso y el "Pollo" Olivera.

Ahogado físicamente, sin la respuesta anímica adecuada para una contienda de esta naturaleza, Peñarol soportó el ole de la tribuna tricolor, que acompañó la sucesión de pases a un toque.

Allí la diferencia fue más grande y más notoria. Lo que pudo y debió ser trasladado al marcador (faltó un centímetro en dos intentos).

Ganó Nacional. Elevó su racha triunfal y demostró que le sobra clase para este tipo de enfrentamientos. La señal de ayer fue muy fuerte.

Las cifras

16 Partidos sin perder llevaba Peñarol hasta anoche. Nacional lo dejó sin el invicto.

7 Encuentros sin conocer la derrota lleva Nacional sobre Peñarol. La racha se estiró.

S. García

Dos goles y un permanente tormento para la defensa de Peñarol. No lo pararon ni chocándolo.

C. Núñez

Cuando arrancó a toda velocidad parecía una locomotora. Borró a sus rivales con mucha marca.

A. Lembo

El "Mariscal" del área. Ganó en el mano a mano y con su voz de mando ordenó a todos.

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